En un reciente encuentro informal con una persona experta en negocios, en el marco de la conversación sobre nuevos proyectos comunitarios, esta persona me dijo âNo tengo tiempo para el futuroâ. Y, con una amable sonrisa y expresión corporal, dio por terminada la conversación.
La expresión âNo tengo tiempo para el futuroâ me tomó por sorpresa, porque (sin asumir ni por un momento que yo sé lo que eso significa) me dio la impresión de que la persona que lo dijo no entendió lo que realmente estaba diciendo.Â
Por ejemplo, ¿es realmente posible âtenerâ tiempo de la misma manera que se tiene un carro, o una casa, o dinero en el banco? Ciertamente que no, ya que el tiempo no es algo que âcontrolamosâ o que acumulamos (mal que nos pese) como lo hacemos con elementos estrictamente materiales y diseñados para el consumo o para facilitar el consumo.Â
Además, el âno tener tiempoâ generalmente significa una vida tan atareada y ocupada (aunque no necesariamente exitosa o feliz) que ya no deja lugar a nada más, ni siquiera para el futuro. Pero la paradoja es que el futuro es donde pasaremos el resto de nuestra vida, sin importar la duración de esa vida.
¿Estaba esta persona diciendo que no tenía tiempo para su propia vida futura? Posiblemente no lo admitiría, pero eso es lo que me pareció que se escondía en su expresión.Â
Pero si no se tiene tiempo para el futuro, ¿para qué se tiene tiempo? Las únicas opciones son el pasado o el presente. Pero si el pasado ya pasó y, por eso mismo, si ya no existe (es decir, si solamente existe como recuerdo), la única manera de dedicarle tiempo al pasado es recordándolo o, en el peor de los casos, tratar de revivirlo o recrearlo en el presente.
¿Será entonces el presente lo que llena tanto nuestro tiempo que nos deja tiempo para el futuro? Pero el presente es un fugaz instante que inmediatamente se convierte en pasado. Entonces, ¿cómo podemos darle tiempo a algo que tan pronto como lo miramos deja de ser lo que es?
Obviamente, no creo que la persona con quien hablé haya pensado en tener un debate filosófico sobre la esencia del tiempo o sobre el impacto de la temporalidad en los humanos (si es que realmente se puede hablar de âimpactoâ).Â
Creo, eso sí, que esa persona buscaba expresar algo más pragmático, más práctico: su futuro no tiene lugar para algo distinto del futuro que esta persona ya tenía en mente. Y ese âfuturoâ, que podría mejor describirse como una âperpetua continuidad del pasadoâ, estaba entonces cerrado a cualquier otra alternativa.Â
En definitiva, âno tener tiempo para el futuroâ parece querer decir algo así como âestar tan atrapado en la cotidianeidad que todo lo vemos como âcosasâ y que ya no vemos nada transcendentalâ. Si es así, lo que estamos diciendo es que nos olvidamos de que los humanos, precisamente por ser humanos, somos posibilidad, proyecto.Â
Ser humano es ser futuro.Â
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