Recientemente tuve que remover varias ramas de un arbusto en el patio de mi casa porque el arbusto, quizá algo descuidado durante el último año, había crecido desproporcionadamente para su sector del patio. La tarea me pareció sumamente simple, pero se complicó porque, al principio, yo no usé las herramientas adecuadas.
Inicialmente tomé un pequeño serrucho, apto para cortar ramas, y comencé lentamente a serruchar las dos ramas más grades. Me llevó más tiempo y energía de lo que anticipé. Luego fui a mi garaje, tomé unas pinzas especiales para podar y, con esa herramienta, el resto del trabajo se realizó en poco tiempo y sin cansancio.
El problema no eran las ramas, sino que yo no estaba usando la herramienta correcta.
La situación me recordó momentos de mi niñez cuando, por el motivo que sea, para remover un tornillo usábamos un chuchillo de mesa en lugar de usar un desarmador. Y luego dábamos vuelta ese mismo cuchillo y usábamos el mango como si fuese un martillo.Â
Ya adulto, aunque todavía aprecio el truco del cuchillo multiuso, aprendí a usar las herramientas adecuadas para cada trabajo, con algunas excepciones, como lo indica la verídica historia arriba compartida.
A la vez, la situación me llevó a pensar que muchas veces, al enfrentarnos a problemas o circunstancias de la vida, no superamos esas situaciones simplemente porque estamos usando las herramientas equivocadas. Nos acostumbramos a una especie de âcuchillo multiusoâ para la vida y entonces aplicamos una y otra vez la misma herramienta a distintas circunstancias.
Para algunos, ese metafórico cuchillo multiuso son las creencias a las que se adhieren, o una cierta interpretación de un cierto libro sagrado. Sin importar lo que suceda y, aún más importante, sin importar si una cita textual de su libro sagrado se aplica o no, lo citan como si citarlo fuese la solución. Y cuando nada se soluciona, no cambian de herramienta, sino que sólo buscan otra cita.
Para otros, el cuchillo multiuso es lo que aprendieron dentro de su familia, aunque se aprendizaje haya ocurrido hace muchas décadas y en un contexto geográfico y cultural totalmente distinto.
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Recuerdo, por ejemplo, a un señor que, luego de una presentación que hice sobre las tendencias relacionadas con el futuro, vino y me dijo: âFrancisco, me gustó todo lo que usted compartió. Pero no es lo que me enseñó mi abuelaâ. Y, habiendo dicho eso, el buen hombre dio media vuelta y se fue.Â
En muchos otros casos, tratamos de resolver los desafíos de la vida no a partir de lo que conocemos, sino a partir de lo que ignoramos, pero sin reconocer que lo ignoramos y sin buscar aprenderlo. Repetimos así un ciclo que Ralph Waldo Emerson, en su insuperable ensayo Self-Reliance (Autodependencia) describía como âarrastrar el cadáver del pasadoâ por la vida.Â
Aprender a ser adulto consiste en desarrollar la sabiduría de dejar de lado las herramientas que ya no nos sirven, aunque sean âmultiusoâ, y adoptar las que nos lleven más allá de los desafíos.Â
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