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Traumas causados por película de terror inglesa duran dos décadas

Francisco Miraval

Un reciente artículo publicado en el British Medical Journal, la revista de medicina de Inglaterra, indica que una película sobre fantasmas que se televisó en 1992 tanto traumatizó a algunos de los niños que la vieron que 20 años después algunas de esas personas siguen padeciendo del síndrome de desórdenes post-traumáticos.

Parte de la razón por la que Ghostwatch, televisada el Día de las Brujas hace dos décadas, causó esos traumas es, según los investigadores, porque, a pesar de tratarse de una obra de ficción, se la presentó como si fuese un caso real de investigadores dentro de una casa embrujada.

Esta película, al borrar los límites entre la realidad y la fantasía, causó tanto miedo entre los televidentes menores de edad que para algunos de ellos fue una experiencia auténticamente traumática de la aparentemente aún se están recuperando.

En un caso específico, un niño, tras mirar la película, comenzó a sufrir ataques de pánico, ya no quiso dormir solo o con las luces apagadas, sufrió de pesadillas (incluso durante el día) y solamente pudo ir a la escuela si su madre lo acompañaba.

Puede parecer ridículo que una película de televisión pueda causar trastornos de tal magnitud que se necesiten décadas para superarlos.

Algo similar sucedió el 30 de octubre de 1938, cuando millones de personas sinceramente creyeron que los marcianos estaban invadiendo la tierra al escuchar el programa de radio La Guerra de los Mundos, leído por el inimitable Orson Wells.

Como en el caso de Ghostwatch, La Guerra de los Mundos se presentó como si fuera el relato de algo que realmente estaba sucediendo, a pesar de tratarse de una obra de ficción (y a pesar de los reiterados avisos que era una obra de ficción).

Pero más allá de la creciente imposibilidad de distinguir entre realidad y ficción (o ilusión) esa distinción parece ser cada vez más irrelevante, ya que, según un estudio publicado en el 2006 por el Journal of Broadcasting & Electronic Media (revista de difusión y medios electrónicos), las personas experimentan en la vida real tensiones emocionales cuando termina un programa que les gustaba, o cuando muere un personaje de ficción en esos programas.

La razón, según los autores del estudio (Keren Eyal y Jonathan Cohen), es que las personas establecen “relaciones emocionalmente significantes” con personajes de ficción, incluso sabiendo que se trata de personajes imaginarios.

Cuando esa “relación” se termina (porque el programa ya no se emite o porque el personaje “muere”), muchas personas sufren los mismos síntomas que experimentarían si se hubiesen separado de una persona real. La relación puede ser imaginaria, pero las consecuencias emocionales, sociales y mentales no lo son.

¿Qué significa todo esto? Significa que si la gente realmente cree que nos invaden los marcianos o los fantasmas, o si la gente sufre en la vida real por el final de un programa de televisión, entonces la gente creerá y aceptará casi cualquier cosa que se le presente. Eso me da más miedo que una película de terror.

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