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Tan cerca, tan lejos y tan desorientado

Francisco Miraval

Me invitaron a una boda en una zona rural de Colorado donde yo nunca había estado antes. Y la invitación llegó con la dirección, pero sin explicaciones de cómo llegar a ese lugar. Obviamente, decidí consultar a un conocido mapa en línea para descubrir el trayecto, y allí comenzaron los problemas.

El mapa era muy sencillo: había que seguir una sola carretera hasta donde terminaba esa carretera, doblar allí a la derecha y volver a doblar a la derecha en la segunda entrada. “No hay manera de perderse”, me dije a mí mismo. Pero me equivoqué.

En primer lugar, la “carretera” era sólo un camino rural casi sin señalización. Y, contrariamente a lo sugerido en el mapa, no se terminaba en el lugar indicado. Y, en segundo lugar, la supuesta “segunda entrada” era casi imposible de encontrar porque, de hecho, ni siquiera había una primera entrada donde se suponía que debía estar, según el mapa.

Para complicar las cosas, por lo alejado del lugar, no había señal para el teléfono celular, como para llamar a alguien y pedir direcciones. Ni tampoco había nadie a quien preguntar, ya que todo era campo abierto tras campo abierto.

Decidí entonces ir hasta el pueblo más cercano y allí, en una gasolinera, pregunté dónde quedaba la dirección que yo buscaba. Nadie supo decirme. Les dije que yo iba a una boda y una de las personas me dijo que en ese pueblo ocurren tan pocas bodas que iba a ser fácil ubicar el lugar. Y así fue: en cuestión de minutos llegamos a la boda, pero no a la que buscábamos.

Justo ese día y justo en ese pueblito en el que nunca pasa nada hubo dos bodas, nos enteremos después, en lugares opuestos del pueblo, sin que la gente supiese de la segunda boda, la que buscábamos nosotros.

Finalmente, alguien me dijo que tomase una cierta calle hacia el sur y que siguiese por allí hasta ver la boda que yo buscaba. El hombre que me dio el consejo dejó en claro que él no estaba seguro si la estrategia funcionaría, pero si la boda no estaba al norte del pueblo, entonces estaba al sur.

Decidí seguir el consejo, pensando que lo peor que podría pasar es realizar un largo recorrido por las praderas de Colorado. Pero la estrategia funcionó y, casi inesperadamente, hallamos la boda, pero no en el lugar indicado en el mapa ni a la distancia indicada.

De hecho, antes habíamos estado muy cerca (quizá a unos 200 metros), pero, por hacerle caso al mapa, nunca llegamos lo suficientemente cerca como para ver el lugar. Dicho sea de paso, llegamos a tiempo para participar de la ceremonia y para disfrutar de la fiesta.

La experiencia me dejó varias enseñanzas, como no siempre confiar en la información que se provee en línea. Pero la mayor enseñanza fue que uno puede estar realmente cerca de llegar a su destino y aun así estar tan desorientado que uno nunca llega y se pierde. 

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