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Siete características de los triunfadores en el siglo XXI

Francisco Miraval

Recientemente fui a tomar un café con una persona conocida, también dedicada a la educación, quien, en medio de la conversación, me sugirió leer un cierto libro. He aprendido que, cuando eso sucede, muy probablemente el libro contenga material o información que será de beneficio para mí. Por eso, tanto pronto como pude, compré una copia usada del libro en cuestión.

Se trata de The Global Achievement Gap (La brecha mundial en logros educativos), de Tony Wagner, un experto en educación basado en Harvard. Ni el libro es nuevo (fue publicado en 200 ni las ideas expresadas por Wagner lo son. Sin embargo, creo que vale la pena repetir algunas de esas ideas.

Para Wagner, quienes quieran triunfar en el siglo XXI (en donde “triunfar”, agrego yo, no necesariamente significa derrotar a la competencia) deben poseer o desarrollar siete características.

Esas características son: pensamiento crítico y capacidad de resolver problemas, colaboración y liderazgo por influencia, rápida adaptabilidad, iniciativa y empresariado, comunicación efectiva tanto verbalmente como por escrito, capacidad de acceder a información y analizarla, y curiosidad e imaginación.

Mi primera pregunta tras leer esa lista fue preguntarme cuántas de esas características ya poseo, como para sentir un poco de satisfacción conmigo mismo y hasta cierta esperanza de que yo pueda sobrevivir en el siglo XXI.

Pero esa pregunta, además de su claro aspecto narcisista, es irrelevante, porque no se trata de saber cuántas de esas características uno tiene, sino cuánto uno está dispuesto a trabajar para desarrollarlas.

Por ejemplo, el pensamiento crítico y el liderazgo no se improvisan. Y el establecimiento de redes de contactos para establecer acuerdos formales o informales de cooperación no sucede de la noche a la mañana.

De la misma manera, abrir una empresa, saber comunicarse adecuadamente y acceder a la información apropiada son características que, aunque uno las posea, siempre pueden mejorarse. Pero eso significa dedicación, tiempo y esfuerzo.

Aún más, creo que no deberíamos preguntarnos si somos lo suficiente pensantes, imaginativos, adaptables y comunicadores como para triunfar en el siglo XXI, sino que deberíamos preguntarnos cuántas de esas características tienen o pueden desarrollar nuestros hijos, ya que nuestros jóvenes representan no sólo el futuro de nuestra comunidad sino también el futuro del país.

¿Les estamos enseñando (nosotros, padres y maestros) a nuestros jóvenes cómo pensar por ellos mismos, cómo llegar a ser líderes, cómo colaborar con otros y cómo adaptarse rápidamente a los constantes cambios?

¿Les enseñamos a tener iniciativa propia, a ser emprendedores, a comunicarse adecuadamente, a analizar información y a ser curiosos e imaginativos? Después de todo, Einstein consideraba a la imaginación como más importante que el conocimiento.

En otras palabras, ¿qué elementos le estamos pasando a la generación siguiente para que pueda construir su propio futuro, un futuro que ya no es continuidad de nuestro presente ni mucho menos del pasado?

Cualquiera que sea la respuesta, una cosa es cierta: sin pensamiento crítico los otros elementos no existirían. Por eso, comencemos a pensar para desarrollar un pensamiento crítico multilingüe y multigeneracional.

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