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No tengo la plataforma que otros tienen, pero no me quejo

Francisco Miraval

Hace pocos días, alguien, creo que sin quererlo, me hizo una excelente pregunta al querer saber por qué las historias y comentarios que yo escribo son siempre cortos. Esbocé una respuesta aduciendo cuestiones de estilo y de falta de tiempo debido a múltiples responsabilidades, pero claramente esa no es la respuesta completa.

En cierta forma, las historias que escribo son cortas debido a limitaciones autoimpuestas, pero no siempre reconocidas o entendidas. Permítaseme explicar el tema con una historia, que escuché durante una presentación realizada por la motivadora personal Marcela Toledo en Denver.

Toledo contó la historia de una mujer recién casada que, para impresionar a su esposo, quería cocinar carne al horno como lo hacía su madre. La mujer habló con su madre y obtuvo la receta. La madre también le recordó que no se olvidase de cortar y descartar los extremos de la carne antes de hornearla.

La receta resultó deliciosa y la mujer así se lo hizo saber a su madre, a quien también le preguntó si el secreto del éxito consistía en cortar los extremos de la carne. La madre le dijo que efectivamente ese era el secreto, porque ella lo había aprendido de su propia madre.

Tiempo después, la recién casada habló con su abuela y le contó del éxito de la receta, haciéndole saber que ella conocía el secreto de cortar los extremos de la carne. Fue entonces que la abuela le explicó que ella cortaba los extremos de la carne porque nunca había tenido una fuente para horno lo suficientemente grande como para poner el pedazo de carne completo.

Como en esta anécdota, vivo con limitaciones autoimpuestas e innecesarias, a veces pasadas de generación en generación, incluso sin intención de hacerlo, pero con resultados reales y concretos. Me hace recordar la historia del elefante encadenado que, por su cadena, se veía obligado a caminar sólo en círculos e incluso después que le quitaron la cadena seguía caminando sólo en círculos.

Desde otra perspectiva, además de las limitaciones propias también existen limitaciones impuestas por la sociedad. Por ejemplo, recientemente alguien me indicó que yo nunca tendré éxito en Estados Unidos por no haber nacido en este país. Y alguien más me dijo que mi trabajo se desmerece por el hecho de escribir también en español y no solamente en inglés.

Aunque se trate nada más que de prejuicios, esos prejuicios guían la conducta de muchas personas que, directa o indirectamente, toman decisiones sobre mí, sobre mi futuro e incluso sobre oportunidades laborales para mí. Y sobre la base de esos prejuicios no me dan ni jamás me darán las mismas oportunidades y recursos que otros reciben.

No me quejo por no tener esas oportunidades, ni mucho menos me siento víctima. Pero sí me llama poderosamente la atención que aquellas mismas personas que se niegan a darme (darnos) oportunidades luego me (nos) critican por no hacer más de lo que hago (hacemos). Pero no importa: la moneda pequeña constante es mejor que la moneda grande infrecuente.

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