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Muchos se preparan para la vida, pero luego nunca dan ni el primer paso

En recientes caminatas por un parque cerca de mi casa que ofrece senderos entre bosques y arroyos, me encontré en varias ocasiones con familias y grupos de personas perfectamente preparadas para la caminata, pero que luego, por distintas razones, no dieron ni siquiera el primer paso. Muchos viven la vida de esa manera.

En un caso, un grupo de jóvenes llegó al estacionamiento del parque en una camioneta y en pocos segundos todos los jóvenes bajaron del vehículo y frenéticamente comenzaron a prepararse para la caminata. Por ejemplo, pusieron botellas de agua y refrigerios en sus mochilas, se aplicaron protector solar y repelente de insectos, y tomaron sus palos para escalar.

Luego, cuando todos estuvieron listos, uno de ellos abrió un mapa y sugirió ir por un cierto sendero. Otro joven, parado junto a un gran mapa del parque pintado sobre un cartel, indicó que había otro sendero mejor. Aún otro participante del grupo, usando el mapa de su teléfono inteligente, opinó que él había elegido el mejor sendero para todos. 

Siguió entonces lo que pareció una interminable discusión (probablemente unos diez minutos) entre quién tenía razón, cuál sendero deberían elegir y qué mapa estaba equivocado y cuál no. Luego del acalorado debate, llegaron a una conclusión con la que todos estuvieron de acuerdo: se subieron a la camioneta y se fueron, sin haber dado ni un solo paso en ninguno de los senderos. 

Muchas personas hacen eso: se preocupan más por tener razón que por recorrer el camino de la vida y tanto se cierran en sus creencias que prefieren que nadie salga a caminar por la vida antes de aceptar que, en esta vida, hay más de un camino y hay caminos para todos.

En el otro incidente, una familia completa (abuelos, padres y niños) llegaron al inicio del sendero con equipo relucientemente nuevo. La madre procedió a enseñarles a los niños cómo usar el bastón para escalar, incluyendo el ángulo correcto del codo y del cuello para que el bastón sea eficiente. Y luego les enseñó cómo leer un mapa y cómo usar una brújula. 

A continuación, el padre de la familia dirigió a la familia entera en ejercicios de precalentamiento, primero sin el bastón y luego usando el bastón para hacer estiramiento de piernas y de brazos. Tras el precalentamiento, todos compartieron un pequeño refrigerio y, cuando parecía que estaban listos para comenzar a caminar, llegaron nuevas instrucciones. 

La madre les recordó a los niños que debían usar sus máscaras y mantener el distanciamiento social, que no deberían tocar o tomar nada, que no tenían que hablar con extraños y que no deberían alejarse de sus padres. 

Completadas todas esas indicaciones, volvieron a su vehículo, se subieron y se fueron. Aunque todo lo que habían hecho estaba bien y todas las indicaciones eran verdaderas y acertadas, no caminaron ni un solo paso por un sendero. Muchos viven así: siempre preparándose y nunca actuando. 

La vida no es un ensayo: o la vivimos o ya estamos muertos.

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