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Me compararon con Google, pero no sé si está bien o está mal

En un reciente encuentro con nuevos amigos, uno de ellos (con quien yo sólo había hablado unas pocas veces con anterioridad) me comparó con Google, pero aún no sé si está bien o si está mal, si fue un elogio o si no lo fue.

 

Resulta que, tras un diálogo sobre distintos temas en el que compartí algunas respuestas que creí apropiadas, este nuevo amigo me dijo: “Usted es un Google, pero humano”. Y lo dijo de una manera positiva y en tono de felicitación. Por eso, simplemente dije “Gracias”, pero su comparación me dejó pensando.

 

Por una parte, resulta muy halagador que se me compare con una inmensa compañía de alcance global que desde la contratación de Ray Kurzweil a finales de 2012 se ha enfocado cada vez más en alcanzar la inmortalidad de los seres humanos cerca del año 2045, un evento conocido como “singularidad” que daría origen a la trans-humanidad.

 

Por otra parte, precisamente por lo dicho en el párrafo anterior, toda comparación entre este servidor y Google no solamente es imposible, sino que también resulta absurda y hasta irrelevante, por no decir irrespetuosa.

 

Que yo conozca unos pocos datos triviales que coinciden con los datos que alguien que no los conoce buscaría en línea no me convierte en un “Google humano”. Además, no estoy seguro de que quiero ser un “Google humano” porque en realidad todavía ni siquiera sé lo que significa ser auténticamente humano.

 

Además, queda claro que la efímera acumulación en mi mente de algunos datos triviales (lastimosamente confundidos con frecuencia con “conocimientos”) no llevará a la inmortalidad de la humanidad dentro de tres décadas.

 

¿Por qué, entonces, la comparación? ¿Y por qué alguien se asombra que yo haya adquirido cierta información con el paso de los años y que puedo acceder a esa información sin necesidad de acceder primero a un buscador en Internet?

 

Debo enfatizar que en ningún momento mi nuevo amigo dijo nada impropio. Por el contrario, sentí que su expresión contenía una cierta alegría derivada quizá del hecho de haber podido encontrar una comparación que él creyó apropiada y eficaz para “felicitarme” por mis respuestas.

 

Sé muy bien que Google se ha transformado en una especie de “memoria externa” para el cerebro humano, creando la actitud de “no vale la pena tratar de recordar lo que puedo buscar en Google.” Pero esa actitud asume la omnipresencia de ese buscador en nuestras vidas, su infinito conocimiento y, por lo tanto, nuestra dependencia de ese buscador.

Y eso es lo que me resulta problemático, porque la aparente conclusión es que estamos perdiendo nuestra humanidad al depositar todas nuestras esperanzas en una cierta tecnología, por mejor y prometedora que sea.

 

Pero, desde otra perspectiva, ¿qué pasaría si realmente Google (gracias a la genialidad de Kurzweil y su inmenso presupuesto) realmente lograse la inmortalidad para los seres humanos dentro de 30 años? Si eso sucede, entonces la expresión “Google humano” adquirirá un nuevo sentido, y ya no será un cuestionable elogio, sino una definición.

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