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Los secretos enterrados pueden ser peligrosos

Francisco Miraval

Según la agencia de noticias AFP, más de 45.000 personas de la ciudad alemana de Koblenz debieron ser evacuadas el pasado sábado 3 de diciembre cuando se descubrió una bomba de 1,8 toneladas arrojada durante la Segunda Guerra Mundial y que desde entonces había quedado oculta debajo del río Rin.

Parece que una sequía en la zona provocó el descenso de que las aguas que eventualmente reveló la presencia de la bomba, lo que llevó a movilizar más de 2.000 efectivos, desplazar a casi la mitad de la población de la ciudad, y cerrar una cárcel, dos hospitales y siete hogares de ancianos.

Afortunadamente, según la historia, la bomba fue desactivada y el operativo culminó sin mayores contratiempos. Se estima que en Berlín todavía quedan 3.000 bombas enterradas y sin explotar de la época de la Segunda Guerra Mundial.

El incidente me hizo reflexionar sobre lo que sucede cuando un peligroso secreto, enterrado durante mucho tiempo, incluso décadas, repentinamente sale a la luz. A veces, contrariamente a lo sucedido en Koblenz, los resultados pueden ser problemáticos y hasta catastróficos para los involucrados.

Piénsese, por ejemplo, en Patrick Sullivan, 68, ex alguacil del Condado Arapahoe en Colorado y uno de los más destacados miembros de la fuerza de seguridad en este estado. Tan destacado fue su servicio, que la cárcel de ese condado lleva su nombre.

Pero todo cambió para Sullivan el pasado martes 29 de noviembre cuando Sullivan fue arrestado, tras descubrirse que desde hace años había desarrollado relaciones con jóvenes homosexuales a quienes protegía y proveía drogas a cambio de sexo. Paradójicamente, Sullivan está ahora detenido en la cárcel con su nombre.

El tema no es lo que Sullivan hizo o dejó de hacer, sino lo que mantuvo en secreto durante tantos años. Ahora, en otras circunstancias, su secreto salió a la luz y, como una antigua bomba de hace siete décadas, “explotó” (metafóricamente hablando), causando gran daño para Sullivan y afectando a muchos de sus allegados.

O piénsese en el republicano Herman Cain, que el pasado sábado 3 de diciembre abandonó la búsqueda de la nominación de su partido como candidato a la presidencia tras no poder responder a acusaciones de conducta impropia con mujeres ocurridas hace décadas.

Estoy seguro que los pilotos de la Fuerza Aérea Británica que bombardearon Koblenz hace 70 años jamás pensaron que algún día la bomba que ellos arrojaron sería descubierta debajo del río y causaría tantos problemas. Difícilmente se piensa en las consecuencias futuras de nuestras acciones presentes.

No conozco ni a Sullivan ni a Cain, pero puedo especular que tampoco ellos pensaron que algún día lo que hicieron en secreto saldría a la luz y “estallaría”. Creemos que lo que hacemos en secreto así quedará, aunque las antiguas tradiciones religiosas (hoy ya comúnmente ignoradas) nos enseñan que no nada oculto que eventualmente no sea revelado.

¿Qué otros secretos se esconden y guardan debajo o detrás de la aparente normalidad y moralidad de nuestras propias vidas? Algún día, también eso será revelado.

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