En 1991, el buzo francés Henri Cosquer, al explorar una zona cerca de Marsella, encontró debajo del agua la entrada a una cueva que, para su asombro, tenía pinturas en la pared. De hecho, centenares de pinturas, incluyendo pingüinos. Cuando Cosquer anunció su descubrimiento, los âexpertosâ indicaron que ni esas pinturas ni las imágenes de pingüinos existían.
Lo cierto es que esos âexpertosâ estaban equivocados. La cueva existe (la única cueva de pinturas rupestres con acceso subacuático) y las pinturas de pingüinos y de docenas de otros animales, algunos de ellos ya extintos o no residentes en la zona, adornan sus paredes.
Ahora, en poco tiempo se podrá visitar en Marsella un âduplicadoâ de la Cueva Cosquer, para que los interesados disfruten, sin necesidad de bucear, de la belleza de sus pinturas.
Pero ¿qué llevó a los âexpertosâ a negar el descubrimiento de Cosquer? Simplemente, que ellos âsabíanâ que no había cuevas subacuáticas con pinturas prehistóricas en las paredes y que ellos âsabíanâ que nunca había habido pingüinos en el sur de Francia. Y lo âsabíanâ sin necesidad de hacer lo que hizo Cosquer: salir a bucear y entrar en la cueva.
Es muy fácil para cualquier persona creerse âexpertoâ si lo único que se hace es negar cualquier nuevo descubrimiento o teoría que modifique lo que el âexpertoâ ya cree. Y, de hecho, a 30 años del hallazgo de la cueva, ciertos âexpertosâ en París aún niegan su existencia.
Existen muchos casos similares. Por ejemplo, en 1883, Moses Wilhelm Shapira anunció que había comprado 15 antiguos manuscritos en Jerusalén y que uno de ellos era una antiquísima versión del libro de Deuteronomio. Sin embargo, âexpertosâ del Museo Británico declararon que los manuscritos eran falsos, aunque sólo los vieron por unos pocos minutos, sin examinarlos.
Tanto fue el ataque contra Shapira que seis meses después de haber hecho el anuncio de la compra de los manuscritos se suicidó. En 1885, alguien se encargó de âhacer desaparecerâ los manuscritos de Shapira.
Pero ahora, con nuevas tecnologías y con información no disponible en el siglo 19, el Dr. Idan Dershowitz, de la Universidad de Potsdam en Alemania, asegura que evidencia lingüística y literaria demuestra que los manuscritos no sólo eran auténticos, sino que efectivamente eran tan antiguos como Shapira lo había dicho.
Obviamente, la gran diferencia entre Cosquer y Shapira es que Cosquer fue revindicado en vida del error de los âexpertosâ, mientras que Shapira pagó con su vida el error de los âexpertosâ. Y, desafortunadamente para nosotros, vivimos en una sociedad de âexpertosâ.
Podríamos decir que se trata de una sociedad de âexpertos instantáneosâ que, tras leer un par de libros o, peor, aún mirar un video o asistir a un webinario, ya son expertos. O, como dice la filósofa Renata Seleci (Universidad de Londres), vivimos en la época de la âapasionada ignoranciaâ, donde el conocimiento ya no tiene ninguna función en la sociedad.
En ese contexto, ni podemos desafiar nuestros presupuestos ni argumentar a favor de otro punto de vista.
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