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Los errores de otros no garantizan la verdad de nuestras creencias

El hecho que alguien esté evidentemente equivocado no prueba que otras creencias, incluyendo las nuestras, sean verdaderas. El fin del mundo no ocurrió el pasado 21 mayo como un grupo religioso lo había previsto. Pero eso no significa que las creencias de otros grupos religiosos sean menos incorrectas.

En religión, en filosofía, en ciencia y en toda disciplina humana encontraremos errores precisamente porque somos humanos y, careciendo de omnisciencia, todo nuestro conocimiento es siempre condicional y condicionado, es decir, puede cambiar y depende de nuestras circunstancias y creencias.

En ese contexto me resultó interesante escuchar ciertos comentarios por parte de aquellos que estaban seguros que el mundo no terminaría el 21 de mayo. (Debo confesar que cuando ese día comencé a ayudar a mi esposa a embellecer el jardín de nuestra casa, ella pensó que mi acción era una señal segura la proximidad del apocalipsis.)

En muchos casos, quienes argumentaron en contra del fin del mundo el 21 de mayo estaban absolutamente seguros de que esa idea estaba equivocada, pero también estaban absolutamente seguros de que ellos tenían la verdad.

Así, el error de otros se convertía en una verificación de la verdad propia, sin darse cuenta que la existencia de una postura escatológica equivocada no garantiza la verdad de ninguna otra creencia escatológica o, de hecho, de ninguna otra creencia en general.

La falacia se podría resumir de esta manera: Ellos dijeron que el mundo iba a terminar y el mundo no terminó. Por lo tanto, ellos estaban equivocados. Yo nunca acepté las creencias de ellos, por lo tanto, mis creencias son verdaderas.

Se trata de un falso argumento, como puede demostrarse fácilmente: el hecho que mi esposa esté equivocada (si se me permite un ejemplo tomado de la ciencia ficción), no significa que yo esté en lo correcto. Quizá los dos estemos equivocados. Otro ejemplo: que los republicanos estén equivocados no quiere decir que los demócratas no lo estén.

Me llamó la atención que tanto creyentes como ateos usaron el falso argumento de “ellos están equivocados, por lo tanto yo tengo razón” para demostrar que sus creencias, sean religiosos o anti-religiosas, eran verdaderas.

Creo que esa evidente falta de lógica genera aún más irracionalidad y complica el verdadero diálogo, porque quien usa la falacia antes mencionada se encierra tanto en sus propias creencias que las considera tan verdaderas y bien comprobadas de la misma manera que el grupo religioso californiano consideraba a sus creencias como verdaderas y comprobadas.

Para decirlo una vez más: el hecho que alguien esté evidentemente equivocado no es suficiente para declarar que nuestra postura es verdadera. Quizá ambas posturas estén equivocadas.

¿Qué significa todo esto para nuestra vida diaria? Significa que una vez más vemos un ejemplo de la desesperante falta de lógica en el diálogo social sobre temas de gran importancia. Quizá por eso tampoco podemos resolver otros temas, como salud, educación, jubilación, o inmigración.

La soberbia de considerar al error ajeno como prueba de la verdad propia poco ayuda al diálogo auténtico.

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