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La información está allí, pero no siempre al nivel que la buscamos

Recientemente, al atardecer, un pájaro de largas alas pasó volando sobre mi jardín en dirección oeste, creando una atractiva imagen de alas extendidas sobre un cielo azul con un toque de naranja. Siempre tengo una cámara de fotografía a mano, por lo que inmediatamente tomé una fotografía para poder compartir esa imagen. 

Pero hubo un problema: aunque yo estaba seguro de haber capturado el sobrevuelo del pájaro, no se lo veía en la imagen. Allí estaba el cielo azul y algunas nubes ya tornándose anaranjadas, pero no había señales del pájaro. Pensé entonces que ya había perdido una buena oportunidad de tener una agradable fotografía, pero luego pensé algo más: la imagen estaba allí, pero yo no la veía.

Transferí entonces la fotografía a mi computadora y usando el programa adecuado comencé a alargar la imagen y recorrer cada sector. En poco tiempo, encontré al pájaro. La cámara había capturado sus alas abiertas en innegable contraste con el cielo, pero no con el tamaño que yo había anticipado. Unos pocos recortes de la imagen, y la fotografía quedó lista para compartir. 

Creo que lo mismo sucede con la información que buscamos: está allí, pero no la vemos, porque no está al mismo nivel que la buscamos o que anticipamos o creemos que estará. Pero eso no significa que no esté allí, sino que la buscamos dónde no está. 

La situación queda ejemplificada en aquel antiguo cuento de un hombre que, en medio de la noche, está debajo de un farol mirando al suelo de aquí para allá. Otro hombre llega y le pregunta qué pasa. “Perdí mis llaves”, dice el primero. Juntos buscan las llaves por algún tiempo, pero sin encontrarlas. 

Entonces, el que llegó después le pregunta: “¿Dónde perdió las llaves?”. Y el otro responde: “En la otra esquina, pero las busco por aquí porque aquí hay más luz”.

Nosotros hacemos lo mismo: buscamos lo que perdimos o lo que aún no hemos hallado no donde lo perdimos, sino en donde creemos que va a ser fácil encontrarlo. Y en esa fútil búsqueda, con frecuencia involucramos a otros. 

Pero no nos damos cuenta de que la información (o las ideas, o la solución) ya está allí, pero no necesariamente de manera obvia ni en el nivel que la estamos buscando. Como en el caso de la fotografía que tomé del pájaro volando, a veces tenemos que “ampliar la imagen” para encontrar lo que queremos. O, en otros términos, tenemos que expandir nuestra consciencia. 

Lamentablemente, vivimos en una época de consciencias cerradas, de capacidad psicológica reducida (y hasta mínima) y de prioridades hedonistas y cortoplacistas. 

Si no encuentro lo que quiero cuando quiero (es decir, inmediatamente), dónde quiero y cómo lo quiero, y si eso no me da placer, entonces “eso” (sea lo que fuere) o no existe o no me sirve, y busco entonces a quien culpar. 

Ese “patinar mental” (como decía Ortega y Gasset) poco tiene que ver con la vida, con el pensar y con el futuro.  

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