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El TARDIS, el Caballo de Troya y algunas columnas resultan muy engañosos

Francisco Miraval

Cuando el Dr. Who quiere viajar a cualquier punto del espacio o del tiempo, lo hace en el TARDIS, una máquina que parece una cabina de teléfono y que tiene la particularidad de ser más grande en el interior que en el exterior. A simple vista, parece una cosa muy distinta de lo que realmente es cuando uno descubre todo lo que el TARDIS “oculta” en su interior.

Experimenté esa sensación de que algo es mucho más grande en su interior que en su exterior al leer recientemente la columna “¡No te rindas!”, en la Helio Borges enumera “siete acciones a tomar para superar nuestros tiempos turbulentos”. (Esa y otras columnas se pueden leer en hborgescoach.blogspot.com).

No conozco a Helio personalmente, pero lo admiro como admiro a toda otra persona que tiene la valentía de reconocer que vivimos en tiempos turbulentos y que incluso se atreve a ofrecer alternativas para enfrentar y superar esa turbulencia.

Invito a los interesados en las siete acciones propuestas por Helio a leer su columna. Por mi parte, sólo diré que en sólo 1800 palabras Helio nos ofrece desde citas de Mario Benedetti hasta pensamientos de Víctor Frankl, y desde estudios realizados por la Universidad Harvard hasta lecciones enseñadas por La Guerra de las Galaxias.

Como en el TARDIS, pero en la vida real, esa columna se presenta como algo pequeño, común, cotidiano y ya conocido hasta que uno abre su mente, su corazón y su voluntad para descubrir profundos elementos no siempre vistos ni anticipados por mentes, corazones y voluntades menos dispuestas.

Pero al reflexionar sobre las dimensiones relativas del exterior y del interior de escritos, mentes, corazones o personas, no pude dejar de pensar en otra historia, también conocida y quizá sólo un poco menos mitológica que las aventuras del Dr. Who: el Caballo de Troya.

A diferencia del TARDIS, el Caballo de Troya intencionalmente se presenta como lo que no es: parece ser un regalo, cuando en realidad es una trampa. Se cree que fue abandonado, cuando en realidad fue dejado a propósito. Se asume que está vacío, cuando no lo está. Se lo acepta como una victoria, cuando en realidad presagia la derrota.

Y ese pensamiento me llevó a su vez a reflexionar sobre cuántas lecciones, discursos, predicaciones, mensajes y enseñanzas, sean verbales o por escrito, sean en el púlpito. en aula o en la legislatura, son en realidad Caballos de Troya, ocultando las verdaderas intenciones del orador para engañar a su desprevenido interlocutor y tomarlo por sorpresa.

Lamentablemente, cada vez resulta más difícil, sino ya directamente imposible, distinguir entre el TARDIS y el Caballo de Troya, entre la invitación a ser uno con el universo y el engaño para continuar con milenarias guerras tribales, entre expandir la mente o cerrarla, entre verdad o falsedad.

Por eso, la próxima vez que un objeto extraño se cruce en mi camino, trataré de discernir si es portador de buenas noticias o un engaño destructor. Y recordaré a Virgilio: Timeo Danaos et dona ferentes.

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