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El sistema nunca nos presenta todas las posibilidades futuras

Recientemente aprendí, y lamento no haberlo hecho antes, que el sistema en el que uno vive (cualquier sistema que sea y en cualquier época) nunca nos presente todas las posibilidades futuras debido a la complejidad y multiplicidad de esas posibilidades. Dicho de otro modo, el sistema siempre reduce y limita el futuro. 

Sin embargo, cuando surgen grietas en el sistema, como sucede en la actualidad, esas grietas invitan a expandir posibilidades antes no exploradas. En otras palabras, cuando el sistema ya no ofrece respuestas a preguntas cada vez más existencialmente inquietantes, en ese momento y si uno realmente presta atención, surge un nuevo futuro. 

A la vez, como bien lo explica el sociólogo alemán Niklas Luhmann en su libro Confianza y Poder, esa conexión con las posibilidades futuras puede ser engañosa en el sentido de hacernos creer que el futuro significa un “regreso a la normalidad” (una frase que se escucha mucho en esta época de pandemia), pero no un nuevo futuro.

Dicho de otro modo, incluso explorar opciones antes ni siquiera pensadas para el futuro, incluso en medio de ese cambio de la consciencia, podemos decidir que la mejor opción es volver al pasado, es decir, quedarnos atrapados dentro del mismo sistema que nos limita en cuanto a nuestras opciones del futuro.

Parafraseando a Luhmann, confundimos familiaridad con normalidad y normalidad con seguridad. Entonces, borramos el futuro y lo convertimos en una repetición del pasado o en una extensión del presente. De esa manera, el mismo sistema que al agrietarse nos da un vistazo de que es posible escapar del sistema crea la ilusión de que el único escape es no escaparse.

Esta situación ya había sido explorada, como resulta obvio, por Platón en su famosa Alegoría de la Caverna, cuando los prisioneros dentro de la caverna ni siquiera saben que son prisioneros y, por eso, nada hacen por escarparse. Se conforman con ver sombras de la realidad creyendo que esa es toda la realidad. 

De hecho, ni siquiera cuando alguno de esos prisioneros es rescatado y dejado en libertad fuera de la cueva, ni siquiera esa experiencia le permite al exprisionero apreciar su libertad y, por lo tanto, busca desesperadamente volver a sus cadenas. 

Más allá de las metáforas utilizadas por Platón y de los múltiples niveles de interpretación de su Alegoría de la Caverna, lo cierto es que esa es nuestra realidad existencial: vemos lo que nos dejan ver y lo que podemos ver y, por eso, confundimos el futuro con el mañana y asumimos que el mañana es “otra vez hoy”, como le sucedía a Sísifo.

Mientras tanto, como puntualiza Luhmann, el “mundo” (si se quiere, el universo, o la totalidad de la realidad) siempre es mucho más amplio que cualquier sistema que trate de contenerlo o explicarlo. Y cuando nos olvidamos de esa básica diferencia, cuando confundimos el “mundo” con el sistema, creamos que el fin del sistema es el fin del mundo. 

El futuro no es el mañana, sino una expansión de la consciencia. 

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