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El mundo no terminó y ahora estamos en verdaderos problemas

Francisco Miraval

No bajó el Mesías ni llegaron los Anunnaki. No nos conquistaron los extraterrestres ni hubo alineamiento galáctico que nos trajese iluminación. Nibiru no se hizo presente y el quinto sol no resplandeció. De hecho, el 21 de diciembre amaneció y terminó como cualquier otro día. Y ahora que el mundo no terminó estamos aún en más profundos problemas.

¿Qué haremos ahora para enfrentar el futuro, cuando lo tenemos que hacer solos, sin el apocalipsismo propio de Hollywood ni la apocalipsitis promovida por supuestos canales de televisión “educativos” y por supuestos “expertos”?

Es obvio que vivimos en una época post-moderna, tecnocientífica, globalizada y neopagana. Y cuando a esa descripción se le suman otros conceptos, como post-naturalismo y trans-humanismo, queda claro que estamos entrando en una etapa de acelerados cambios en los que, en cuestión de décadas, la humanidad podría desaparecer o, por lo menos, ya no sería tal como la conocemos hoy. Y no se trata de ninguna profecía, sino de declaraciones de científicos.

En julio pasado, Discovery News publicó una historia sobre científicos rusos que afirman que hacia el 2045 los seres humanos alcanzarán la inmortalidad por medio de cuerpos holográficos y cerebros digitales. Y antes que alguien piense que eso es imposible, en algún se creyó que la tierra era plana, que nada más pesado que el agua podía flota y que nada más pesado que el aire podía volar.

Según ese artículo, hacia el 2035 se podrá transferir la mente a un cerebro artificial y diez años después se podrá unir el cuerpo holográfico con el cerebro digital.

Y en noviembre pasado, The Telegraph publicó una entrevista con Ray Kurzweil, tecnólogo y futurista estadounidense, quien cree que en el futuro cercano (10 a 15 años) será posible crear un mundo sin enfermedades gracias a seres humanos artificiales. Hay que prestarle debida atención a Kurzweil, ya que él fue quien escribió uno de los primeros programas para IBM y luego desarrolló los primeros escáneres, entre varios otros notables avances.

Como si eso fuera poco, Google anunció en abril de 2012 el lanzamiento de sus lentes de “realidad aumentada”, una especie de computadora miniaturizada portátil constantemente en frente de nuestros ojos proyectando todo tipo de información directamente al cerebro. Según un artículo en la Revista de Tecnología de MIT (junio de 2012), nadie querrá usar esos lentes… hasta verlos en acción. Entonces se volverán muy populares.

De hecho, una conocida empresa de teléfonos celulares ya emite propagandas en las que se ve al teléfono en cuestión siendo conectado directamente con el cerebro del usuario. El trans-humanismo ahora aparece en la publicidad, aunque nadie lo admita en voz alta.

Estamos, dicho de otro modo, en el umbral de una transformación radical de la humanidad, que será remplazada por organismos cibernéticos (trans-humanismo) que controlarán o modificarán la  (post-naturalismo), estableciendo la superioridad de los nuevos seres humanos digitales.

Esa realidad, que se está gestando en universidades y laboratorios y que no depende de profecías, resulta más aterradora que cualquier versión distorsionada del Apocalipsis.

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