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Dos grandes misterios: estrellas lejanas y corazones cercanos

Francisco Miraval

Recientemente escribí un comentario y alguien destacó que mis opiniones eran demasiado ambiguas. Tal apreciación es correcta porque, después de todo, la vida misma es ambigua. Al contrario de lo que sucede con los exámenes escolares donde sólo una respuesta es aceptable, en la vida se entremezclan la verdad y la mentira, la certeza y la ignorancia.

Vivimos en un mundo en el que la promesa más solemne encierra algo de engaño, en donde el acto de mayor altruismo sigue siendo narcisista y donde los que saben no enseñan, los que enseñan no saben, los que hablan deberían callarse y quienes permanecen en silencio deberían hablar.

Y esas contradicciones, paradojas y ambivalencias se reflejan en la vida de todos los días.

Hace sólo unos pocos días la NASA anunció que en cuestión de una década tendremos contacto con seres inteligentes de otros planetas de quienes hasta el momento no sabemos nada excepto que son seres inteligentes no terrícolas y que viven (posiblemente) en algunos de los miles de exoplanetas descubiertos en los últimos años.

Y la semana pasada la NASA difundió imágenes de la galaxia EGS-zs8-1, la galaxia más distante hasta ahora detectada, a 13.100 millones de años luz de la tierra, es decir, una galaxia formada sólo 700 millones de años después del origen del universo (un tiempo muy corto en la escala cósmica).

En otras palabras, nuestros avances tecnológicos y científicos (que a su vez reflejan una intensa cooperación internacional) nos permiten llegar hasta casi los límites mismos del universo y nos llevan a prepararnos para establecer contactos con seres extraterrestres. Sin dudas, grandes cambios se aproximan para nuestro mundo y para nuestras creencias.

Pero todos esos avances, todos esos esfuerzos, todos nuestros conocimientos de lo más lejano y de lo más improbable aún no nos permiten llegar a una de las regiones más misteriosas del universo, la mente y el corazón humanos, ni, mucho menos saber qué se gesta allí.

Porque aunque me maravilla saber que se pueden detectar antiquísimas galaxias a inimaginables distancias de la tierra y que en poco tiempo podrías estar frente a frente con nuestros primos cósmicos, también me maravilla saber que nada de eso sirve para entender o detener la maldad dentro de los seres humanos.

Precisamente la misma semana que la NASA realizó sus asombrosos anuncios, un joven inmigrante de 25 años en Omaha, Nebraska, asesinó a su madre, arrojó a su hermano menor a un río y tiró a un hermanito bebé dentro de un contenedor de residuos. Y no hubo ninguna imagen galáctica, ni búsqueda de inteligencia extraterrestre ni fotografía cósmica que anticipase esa horrenda tragedia.

Así somos los seres humanos: capaces de los más grandes logros y simultáneamente de las más grandes maldades. Y no se trata de elegir entre una y otra faceta porque van juntas, tan inseparables como la vida y la muerte, el amor y el rechazo, la pasión y la indiferencia.

Mis comentarios son ambiguos porque en la vida no hay respuestas, sólo ambigüedad.

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