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Project Vision 21

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Cerrarse al presente nos impide abrirnos al futuro (y eso es penoso)

Tras una reciente presentación ante un grupo de empresarios en la que se pidió hablar del futuro emergente, uno de los participantes se acercó y me preguntó por qué les había hecho perder el tiempo a él y a los otros empresarios hablando sobre el futuro porque “todo ya está escrito y explicado en el Apocalipsis” (en referencia al conocido libro de las escrituras cristianas).

En otra presentación, esta vez sobre la peligrosa y tortuosa transición de la época moderna a una época posmoderna (y posiblemente a una humanidad no-biológica), una de las participantes me dijo, en términos directos y hasta rozando la vulgaridad, que ella sólo escucha presentaciones por parte de mujeres. (Me pregunto por qué ella esperó hasta el final de la presentación para decirlo). 

Y aún en otra ocasión, donde el tema elegido por el organizador era los orígenes históricos del cristianismo (específicamente, la innegable influencia del estoicismo en la ética cristiana) uno de los participantes, por medio de un intermediario, me hizo saber de su “disgusto” por mi “ignorancia” de lo que él llamó “la verdad”, en oposición a mis “mentiras sobre la historia”. 

A la vez, este buen hombre sostuvo en su mensaje para mí que “la Biblia” (sus palabras) había sido escrita “por Jesús en la Edad Media, unos 800 años después del nacimiento de Cristo”. Y agregó: “Aprenda más de historia, Francisco”. 

¿Cómo se dialoga con alguien que, cuando escucha la palabra “futuro”, inmediatamente piensa en el Apocalipsis y, peor aún, basándose en una errónea y limitada interpretación de ese texto tan lleno de simbolismo, ese hombre decide que no es necesario hablar del tema?

¿Cómo se dialoga con alguien que decide escuchar a alguien más según el género o la orientación sexual de una persona, pero no según lo que esa otra persona dice? ¿En qué se diferencia esa actitud de juzgar a alguien por el color de su piel, pero no por el contenido de su carácter? 

¿Cómo se dialoga con alguien quien, al enfrentarse con el contexto histórico de sus creencias, decide concentrar sus energías en la supuesta ignorancia del presentador, dejando de lado toda referencia a su propia y evidente ignorancia? 

En todos los casos, la respuesta es la misma: no hay diálogo posible. Y como el auténtico diálogo es una doble apertura hacia la vulnerabilidad propia y simultáneamente hacia realidades aún no exploradas, negarse al diálogo es cerrarse al futuro. 

Hace algunos años escuché a alguien decir que una de las maneras en las que Dios (como quiera que se lo entienda) castiga a ciertas personas es permitiendo que esas personas crean lo que creen. No estoy tan seguro de que eso sea verdad, pero en ciertos casos, como los arriba mencionados, parece serlo. 

Sea como fuere, se paga un alto precio por reducir la multidimensionalidad de la experiencia humana a la chaqueta de fuerza de una ideología, el precio de nunca ver el futuro realizado, es decir, de nunca llegar a ser lo que uno realmente es. 

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