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“Yo no sabía que los cambios suceden tan rápidamente”

Francisco Miraval

Durante una reciente conversación con un grupo de dirigentes locales sobre los cambios demográficos, sociales y tecnocientíficos que enfrentamos, mencioné algunas estadísticas recientes y de fuentes confiables sobre el aceleramiento de esos cambios. Una de las participantes entonces me dijo: “Yo no sabía que los cambios suceden tan rápidamente”.

Tuve el deseo de preguntarle dónde había estado ella todo este tiempo, cuando, en mi opinión, los cambios son tan evidentes, rápidos y constantes que no existe manera de dejar de notarlos. Pero inmediatamente comprendí que esta participante había estado en el mismo lugar que yo estoy y estuve y donde muchos de nosotros aún estamos: encerrados dentro de nuestras propias ideas.

No vemos la transformación a nuestro alrededor no porque esa transformación no exista, sino porque simplemente esos cambios son tan radicales y, por eso mismo, tan desafiantes, que hasta inconscientemente preferimos no verlos, como una manera de protegernos y de proteger nuestras ideas y creencias.

Por eso, por ejemplo, nuestros “amigos” en las redes sociales son precisamente aquellos que están mayormente de acuerdo con nuestras ideas y creencias, de manera que todo lo que escuchamos incesantemente es una reafirmación de lo que ya sabemos y conocemos.

Obviamente, siempre tenemos en nuestras redes a una o dos personas que están totalmente en desacuerdo con nosotros. Pero los dejamos entre nuestros “amigos” precisamente porque al decir lo que dicen nos recuerdan cuán equivocados están ellos y, por lo tanto, convalidan lo que nosotros creemos.

Y así vivimos, adictos a nuestras propias opiniones, que, según Richard Rohr, es la mayor adicción que padecemos porque ni siquiera reconocemos que existe. Y entonces todo lo filtramos a través de esas ideas (que, en muchos casos, ni siquiera son nuestras) y nos convencemos a nosotros mismos que ya sabemos y entendemos todo lo que haya que entender.

La misma persona que me dijo que desconocía la exponencial velocidad de los cambios actuales me dijo, luego de algunos minutos de conversación, que “ahora sí” ella entendía esos cambios “porque lo vi en una película”. Esa respuesta, obviamente, es tan ridícula como creer que uno sabe de astronomía por haber visto la Guerra de las Galaxias. (En todo caso, uno habrá aprendido sobre mitología). O como creer que uno conoce a T-Rex porque lo vio en Parque Jurásico.

Pero más allá de lo podamos percibir o de lo que dejemos de percibir sobre los rápidos cambios en el contexto de la civilización humana, lo cierto es que esos cambios siguen sucediendo y no nos esperan, ni nos piden permiso ni necesitan nuestra opinión. Y cada vez son adoptados más rápidamente (piénsese, por ejemplo, en el uso de teléfonos inteligentes).

Eso significa que lo que antes era un futuro lejano luego se convierte en un futuro emergente y casi inmediatamente es un futuro inminente que llega a ser parte de nuestra vida antes que nos demos cuenta.

Si insistimos (conscientes o no) en cerrar los ojos a la cambiante realidad, lo único que logramos es autoexcluirnos del futuro. 

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