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¿Puede la alta tecnología ayudar a desesperados y desamparados?

Hace ya más de un cuarto de siglo que John Naisbitt sugirió en Megatedencias que la alta tecnología debe ir acompañada de un contacto humano igualmente alto, para evitar que la comunicación se transforme en mero compartir de información. Y esa advertencia la hacía antes de la actual explosión de métodos de “comunicación” instantánea.

El tema de cómo la tecnología afecta las comunicaciones humanas ha sido expertamente analizado en numerosas ocasiones, pero volví a pensar en este tema tras leer en Facebook una nota escrita por alguien desde México anunciando que se daba de baja de esa red social porque allí no estaban ninguna de las personas a las que ella quería servir y ayudar.

En su nota, la escritora, una misionera y catequista, expresaba que los niños huérfanos, las personas desamparadas y aquellos a quienes la vida presenta con serios desafíos emocionales o espirituales difícilmente buscarán ayuda por medio de un sitio electrónico.

Por eso, su preferencia fue la de abandonar la red social electrónica para dedicarse de lleno a la red social real, en la que personas de carne y hueso que sufren y padecen muchas veces en soledad, sin disfrutar del calor humano de una mano amiga.

Quizá la decisión de esta joven mexicana se vea como algo extremo ya que seguramente alguien argumentará que la tecnología no es ni buena ni mala sino que depende como se la use y que las redes sociales pueden emplearse para concientizar a la comunidad sobre la gravedad de los problemas sociales.

Pero el contra-argumento sería que no se puede dar un cálido apretón de manos de manera virtual, no se pueden secar las lágrimas de otros a la distancia, no se puede extender una mano amiga al próximo por medio de un avatar o de una “aplicación”.

El contacto directo, la mirada a los ojos, la impotencia ante el sufrimiento, el sentirse hermano con otro ser humano no puede mediatizarse ni expresarse adecuadamente en menos de 140 caracteres.

Naisbitt señeramente anticipó que el divorcio de tecnología y humanidad llevaría a la tecnologización de la humanidad pero no a la humanización de la tecnología. El hecho que yo pueda enviar un mensaje instantáneo a centenares de “amigos” no me acerca a ninguno de ellos y en muchos casos es una distorsión de la palabra “amigo”.

Alguien argumentará que al escribir lo que escribo y pensar como pienso estoy revelando mi edad y mi pensamiento anticuado, y agregará que la expansión tecnológica es inevitable, como lo muestra la omnipresencia de artefactos tecnológicos en las manos de las generaciones jóvenes.

No es mi intención ocultar ni mi edad ni mi manera de pensar. Tampoco quiero volver al pasado ni frenar los cambios tecnológicos. Pero sí invito a reflexionar sobre las consecuencias de comunicarnos sin un auténtico contacto humano.

La pseudo-comunicación agudiza nuestra soledad. La instantaneidad nos roba el privilegio de meditar para responder con sabiduría. Por eso estoy de acuerdo con Christopher Witt cuando dice que “los verdaderos líderes no usan PowerPoint”.

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