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Project Vision 21

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¿Estamos perdiendo la capacidad de diálogo y entendimiento mutuos?

La semana pasada, como parte de mi trabajo, asistí a una reunión comunitaria en el norte de Denver en la que cientos de personas protestaron con calma pero con seriedad y severidad el proyecto de reconstrucción de la intersección de dos carreteras, debido a que ese proyecto cambiaría el acceso a la zona.

Uno tras otro, vecinos del área, comerciantes, funcionarios públicos y dirigentes comunitarios pidieron que las autoridades reconsiderasen ese proyecto ya que, dijeron los oradores, la calidad de vida del barrio se vería afectada, entre otros elementos, por el cierre forzado de negocios y por la subsecuente pérdida de empleos.

Entre los expositores, algunos recordaron que ellos vivieron toda su vida en el mismo vecindario y que, por eso, ya no querían cambios en las calles y carreteras. Otros expresaron que la propuesta les impediría llevar o traer a sus niños con facilidad desde las escuelas ya que ese viaje corto ahora les llevaría más tiempo.

A pesar de la apasionada defensa de su punto de vista, o quizá por eso mismo, y a pesar de las numerosas referencias a “democracia en acción”, lo que los vecinos no sabían, y muchos de ellos no quisieron escuchar, es que el proyecto en cuestión está sólo en la etapa de análisis, que por el momento no se cuentan con los fondos para realizarlo y que, aún más importante, la construcción de la nueva intersección está planificada para el 2035.

En otras palabras, todo lo que estos vecinos dijeron era verdad, pero era una verdad basada en la ignorancia de elementos claves del proyecto, como, por ejemplo, el hecho que muchas de estas personas que tan preocupados están hoy con llevar a sus hijos a la escuela probablemente tendrán otras preocupaciones dentro de 26 años cuando comiencen las obras de construcción, si es que comienzan.

Aunque todos fueron corteses y respetuosos unos hacia los otros, me fui de la reunión con la impresión de haber presenciado no un diálogo sino una serie de monólogos en la que cada orador estaba más preocupado por su comodidad inmediata que por recibir información adicional sobre el tema de debate o por pensar a largo plazo.

Salí del lugar preguntándome cómo se puede transformar un país y hacer proyectos a largo plazo si únicamente pensamos en nosotros mismos y en nuestro presente y concentramos nuestros esfuerzos no en un cambio positivo ni en la esperanza del futuro sino en que nada cambie porque no queremos enfrentar ningún inconveniente.

Si nuestros lejanos antepasados hubiesen pensado de esa manera, todavía estaríamos viviendo dentro de las cavernas. Y si nosotros seguimos pensando de esa misma manera, probablemente regresemos a la época de los cavernícolas, sin importar cuán cómodas y lujosas sean nuestras casas o carreteras.

El verdadero diálogo siempre incluye como componente esencial una actitud de apertura hacia el otro y, por lo tanto y como consecuencia inevitable, la vulnerabilidad propia. El verdadero diálogo sólo existe cuando intencionalmente dejamos que las palabras de los otros potencialmente nos cambien.

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